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Creó una gran empresa al observar a su hijo utilizando una alfombra que supuestamente servía para protegerlo

Solo le tomo un segundo. Alana vio que su bebé estaba tranquilo, jugando sobre la alfombrita que le había comprado especialmente, una de esas alfombras que son para cuidar al bebé, y se levantó un brevísimo instante a buscar algo. Pero el llanto desesperado del pequeño Rupert la hizo volver a la habitación corriendo y cuando llegó, encontró a su hijo de seis meses, con la boca ensangrentada y un enorme moretón en la frente. Fue entonces que surgió una idea que, que un tiempo más tarde, la convertiría en millonaria.

Mientras ella trataba de calmar al bebé,  veía los pedazos destrozados de la alfombra que supuestamente servía para que los niños pudieran jugar en el suelo sin correr ningún riesgo. Pero en apenas un  momento esta había quedado destruida, igual que la boca del niño. Entonces, cuando el llanto de Rupert se calmó y pudo volver a conectar sus ideas, empezó a imaginar cómo tendría que ser un producto que verdaderamente proteja a los pequeños.

Después de este accidente, ella no encontraba algo que estuviera a la altura de sus exigencias. Fue entonces cuando su cabeza siguió trabajando: la alfombra tenía que ser de un material que no fuera tóxico, a su vez que fuera seguro para los niños pequeños y que se complementara con la decoración de una habitación.

Y se dio cuenta de que ella podría conseguir algo de eso e incluso comenzar a comercializarlo, aprovechando el espacio vacío que había en su casa. "Ese día, le dije a mi esposo: 'Tenemos que hacer que esta idea despegue'".

Pero no todo era sencillo, Alana no  iba a tener tiempo para trabajar, cuidar a sus hijos y desarrollar este nuevo emprendimiento. Por lo que decidió no volver a su trabajo y dedicar lo ratos libres que le daba la maternidad a su idea de negocio.

Entre los grandes obstáculos que tuvo que superar, se encontraba -obviamente- el dinero. Un año después de que su proyecto comenzara, hizo falta una inyección de dinero para poder continuar. De modo que, Alana y su esposo, Tim,  hicieron una gran apuesta y extendieron su hipoteca en  120.000 dólares. Era necesario para comenzar la producción de tapetes de juego bajo la marca Munchkin & Bear.

A pesar de que estaban aterrados por la gran cantidad de dinero que estaban invirtiendo, una parte de ellos sabía que funcionaria, que había una gran brecha en él mercado para un producto como el de ellos. Su plan no fallaría.

En febrero del 2016, Mncchkin & Bear salí oficialmente al mercado. Ya a los 30 minutos ella había vendido su primer producto, y desde ahí todo empezó a fluir.

Pero aun faltaba mucho para que las ganancias significa  una diferencia económica. Y en un esfuerzo por mantener el negocio a flote, su cocina se convirtió en su oficina y su casa en su almacén.

Y fue así como, lentamente, con su arduo trabajo y sacrificio, el proyecto de Alana empezó a dar frutos. En su primer año, los tapetes  los cuales tienen un precio entre $79 y 135 dólares, le generaron 202.000 dólares en venta.

Ahora, Munchkin & Bear opera desde su oficina en Brisbane, con dos almacenes llenos. Y es así como, cinco años después de su apuesta, Munchkin & Bear ha vendido 50.000 tapetes en Australia, Nueva Zelanda, el Reino Unido y Europa, con ventas que alcanzan la impresionante cifra de 4 millones dólares.