Vivimos en una época de descubrimientos y avances médicos revolucionarios. Esto ocurre porque los investigadores son animados a superar los límites de sus investigaciones, pensando en el interés de la salud pública. O, al menos eso es lo que dicen.
Sin embargo, la realidad es que estos descubrimientos se celebran solo si encajan en la narrativa de la industria médica y el gobierno los apoya. En caso de no ser así; los descubrimientos sólo serán objeto de burla o de algo peor.
Unos médicos naturistas; junto a sus familias; aprendieron que tan malo puede ser ese “o peor”. Cuando ellos descubrieron algo relacionado entre las vacunas y el cáncer.
6 médicos que investigaban la seguridad de las vacunas; desaparecieron o murieron; y todos en menos de un mes de diferencia.
Todo esto inicio el 19 de junio del 2015; cuando el doctor Bradstreet fue encontrado con una herida fatal en su pecho, provocado por una bala. Según los investigadores, su muerte fue producto de un suicidio; a pesar de que el doctor nunca mostró ninguna tendencia suicida.
Dos días más tarde; el Dr. Holt y el Dr. Hedendal; fueron encontrados muertos por circunstancias muy sospechosas. El 29 de junio, la Dra. Theresa Sievers fue encontrada muerta en su caso; los investigadores dijeron que le habían disparado.
El 3 de julio, el Dr. Fitzpatrick desapareció. Él viajaba desde Dakota del Norte a Montana. Los investigadores solo encontraron su camioneta.
Lo único que sabemos de estos doctores era que ellos, mediante sus investigaciones, se dieron cuenta que una enzima que causa el cáncer, la Nagalase, se propaga de manera intencionada a través de las vacunas.
Al final, esta noticia pudo se difundida por el Dr. Ted Broer y el Dr. Broer. Cuando estos ya iban a anunciar lo que causan las vacunas, lo primero que dijeron era que no eran suicidas. Y esto es comprensible, estaban buscando que no le sucediera lo mismo que les ocurrió a sus colegas. El propósito era que sus oyentes supieran que si morían, no iba a ser por su propia mano.