Quizás te ha pasado que das muchas vueltas por la cama toda la noche, y lo único que te puede calmar es cubrirte con tu manta. Esta parece que tiene un poder mágico, ya que cuando nos cubrimos con esta logramos conciliar el sueño más rápido. Incluso en las noches calurosas. Hay algunas razones por las que nos sentimos apegados a ella, como las que te explicaré a continuación.
Regula la temperatura de nuestro cuerpo. Somos criaturas de sangre caliente, por lo que nuestro organismo regula su temperatura interna, y esto es lo que nos permite mantener el calor. Pero, cuando estamos durmiendo perdemos el control, y cuando esto ocurre buscamos una solución usando lo que nos rodea. Las mantas ayudan a nuestro cuerpo a nivelar y mantener la temperatura que necesitamos.
Las mantas son una parte esencial de nuestra rutina para dormir. Somos criaturas de hábitos y esto tiene un gran impacto en el motivo por el cual necesitamos nuestras mantas. Como la hemos utilizado toda nuestra vida, el comportamiento de utilizarla se ha grabado en nuestra rutina desde la niñez. Por lo que, cuando vamos a la cama y nos cubrimos con una manta, nuestro cuerpo recibe la señal de que es hora de dormir.
Las mantas reducen el estrés y la ansiedad. La serotonina es un importante químico que nos ayuda a regular nuestro estado de ánimo y posee un papel en el proceso de mantenernos felices y tranquilos. Cuando estamos estresados y ansiosos, es difícil poder conciliar el sueño . Sin embargo, cuando nos cubrimos con una manta, la cantidad de serotonina aumenta y estos sentimientos empiezan a desaparecer.
Nos sentimos protegidos y seguros. Cuando somos niños, nuestro temor más grande es a la oscuridad, entonces, cuando empezábamos a tener miedo nos cubrimos con una manta. Este sentimiento de seguridad que nos brindaba cuando éramos niños, continúa cuando somos adultos.
Las mantas desencadenan nuestra sensación de seguridad porque el temor más común que teníamos cuando éramos niños era precisamente el miedo a la oscuridad. Entonces, cuando comenzaba ese sentimiento, nos cubríamos por completo. Fue nuestra escapada mágica, la cual combatía nuestro miedo y nos hacía sentir más seguros. Este sentimiento de seguridad permanece con nosotros en la adultez y se activa cuando nos cubrimos con mantas.